Existen en esta muestra dos presentaciones evidentes. Una, la geométrica y compositiva en su definición básica, donde la triangulación asume un papel protagonista en la esquematización de las figuras, ligadas unas a otras en una comunidad de intereses como obligaciones contraídas por razones fundamentales (el número tres, la geometría euclidiana, etc.). Es en esta esquematización donde las figuras sufren unas graduaciones que son las que en definitiva generarán las supuestas animaciones de la obra. La otra, la del espacio-tiempo, donde se encajan y ubican los cuerpos en un ordenado “totum revolutum” y en donde se explicita el trato humano y el animal en sus relaciones de distancias cercanas y cortas.
La reflexión sobre la geometría y su dislocamiento marcan parte de la producción reciente de Alzola. Regresa en estas composiciones el Alzola jugador de ajedrez, a la búsqueda de aquello que está fuera del lienzo. Las “trilogías faciales”, surgidas hace unos años, adquieren en la presente muestra un papel determinante. Hablamos de composiciones en las que el pintor articula varias cabezas de perfil en un mismo plano. Tres o cuatro recortables que, caídos sobre el lienzo, pugnan por encontrar su lugar. Cabezas humanas y animales. Intercambiables. El hocico de un perro que constituye el ojo de un hombre. Imágenes que nos devuelven a las miradas del proceso creativo. Hay un tercer grupo de obras, que lleva por título genérico “Campo gradual”. En estas piezas encontramos el código objetual de toda esta producción. Las piezas y el tablero, el objeto de reflexión del pintor, que no es otro que la mente humana.
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