Un trio artístico: Shostakovich-Barnes-Mayorga. Tres ópticas distintas para hablar de la represión y la censura.

Como punto de partida, el imaginario del imperio soviético y su papel con los artistas. Como destino, el ahora, donde también la censura sigue haciendo estragos entre la cultura, a pesar del disfraz de democracia que la adorna.

Gulag es un encuentro con la música de Shostakovich, uno de los compositores imprescindibles de la cultura soviética del siglo XX, y especialmente con una parte de sus experiencias durante la etapa del estalinismo.

Nuestro Gulag pasa por el sometimiento del compositor a los postulados del realismo socialista, así como ese coqueteo entre arte y poder, objeto central del libro El ruido del tiempo de Julian Barnes.
Y finalmente nuestra obra toma cuerpo al acercarnos a una de las obras fundamentales del teatro español contemporáneo, Cartas de amor a Stalin de Juan Mayorga. Mayorga pone de manifiesto la teoría “del palo y la zanahoria” en el caso de dramaturgo Mikhail Bulgakov, al que sus mofas al régimen le valdrían años de ostracismo y una llamada personal del propio Stalin.

Y desde estos distintos campos artísticos, nos acercamos a la circunstancia de un hombre que convivió con la incertidumbre y el miedo, sometiendo por momentos su universo creativo, a la eterna llamada del KGB a su puerta.

La distancia y el tiempo nos ha permitido escuchar y disfrutar la obra de Shostakovich con mas conciencia y menos prejuicios, al margen de ciertas intransigencias.
Pero la censura es un mal inherente a la propia obra creativa. La mordaza a la que se ven sometidos los artistas hoy en día, se revela manera nítida desde que denunciamos praxis concretas, mostramos los privilegios de los poderosos, o irritamos a moralistas electores.

La reprobación artística nos oscurece en televisiones y teatros, en la prensa y las carteleras de la ciudad, en programaciones de auditorios de primer nivel y en casas de la cultura de barrio, bajo un lluvia de disculpas de todo pelaje.

Nunca hemos dejado de estar imposibilitados artísticamente, también desde las herramientas modernas que celan su existencia bajo el cariz democrático de “libertad de expresión”, donde poderosos lobbies controlan nuestros movimientos.

La obra central de Gulag es el Quinteto para piano y cuerda en sol menor de Shostakovich, una obra de inigualable belleza, que destaca por su fuerza expositiva. Su estreno fue un absoluto éxito.

+ Info: Teatro Pérez Galdós

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